Qué es el dinero y qué funciones cumple dentro del sistema económico
El dinero es un activo generalmente aceptado para realizar pagos y saldar deudas, cuyo uso se basa en acuerdos sociales, normas legales y la confianza de los agentes que participan en la economía. En las economías modernas, el dinero no se limita a los billetes y las monedas físicas; también abarca los saldos en cuentas bancarias, los depósitos a la vista y otros instrumentos que pueden transferirse rápidamente entre individuos y empresas. Su valor no depende de una materia prima con valor intrínseco, sino de la aceptación general y del respaldo institucional que garantiza su aceptabilidad. Por eso se habla de dinero fiat: su legitimidad no proviene de un respaldo físico, sino de la autoridad que lo emite y de un marco jurídico que asegura su uso como medio de pago y como unidad de cuenta. Esta combinación de marco institucional y confianza social es lo que da al dinero su poder en el sistema económico.
Una de las funciones centrales del dinero es servir como medio de intercambio, facilitando las transacciones al eliminar las ineficiencias del trueque. Así, alguien que vende un bien o servicio puede recibir dinero en lugar de buscar a otro vendedor que tenga exactamente lo que necesita. Este papel reduce el coste de transacción, acelera la adopción de nuevas actividades y permite que surjan mercados más amplios y complejos. Al actuar como un lenguaje común de valor, el dinero agrupa una gran diversidad de bienes y servicios en precios comparables, lo que facilita la asignación de recursos y la planificación de flujos de ingresos y gastos. En la práctica, la liquidez que ofrece el dinero permite que individuos y empresas realicen compras de forma instantánea o casi instantánea.
El dinero también funciona como unidad de cuenta, proporcionándole a la economía una medida estable para expresar valores, comparar costos y evaluar resultados. Los precios, los salarios, las deudas y las cuentas públicas se presentan en unidades monetarias, lo que simplifica la toma de decisiones y la contabilidad. Sin una unidad de cuenta, sería difícil evaluar ganancia o pérdida, comparar alternativas de inversión y monitorear el desempeño económico a lo largo del tiempo. Sin embargo, la estabilidad de la unidad de cuenta depende de la inflación y de la credibilidad del emisor. Si el poder adquisitivo del dinero se debilita, los precios pueden cambiar rápidamente, dificultando la consistencia de las comparaciones y la planificación financiera.
Una tercera función fundamental es su papel como reserva de valor, es decir, la capacidad de transferir poder adquisitivo entre el presente y el futuro. Idealmente, el dinero permite a las personas ahorrar para metas, enfrentar emergencias y planificar inversiones sin perder el valor de sus ahorros. En la práctica, la estabilidad de esta función depende de la inflación, de la confianza en el sistema monetario y de la responsabilidad de las autoridades monetarias. Cuando los precios suben de forma rápida, la capacidad de compra del dinero se erosiona, y los ahorros pueden perder valor real. Por ello, la gestión de la liquidez y de la política monetaria busca conservar la función de reserva de valor a lo largo del tiempo, a la vez que sostiene la actividad económica.
Una quinta función, a veces descrita como estándar de pago diferido, permite denominar compromisos futuros y liquidarlos cuando corresponda. El dinero facilita la contratación de crédito, los contratos de préstamo y las operaciones financieras al ofrecer una referencia común para acordar montos y plazos. Esa capacidad de liquidar deudas en una unidad estable promueve la expansión del crédito y el desarrollo de mercados de capital. Aunque la mayor parte del dinero circulante es creado por el sistema bancario a través del crédito, la confianza en la moneda y el marco institucional que regula los bancos centrales y las autoridades fiscales es crucial para que el estándar de pago diferido funcione sin fracturas. En resumen, el dinero no solo sirve para comprar bienes, sino para facilitar el crédito y la gestión de obligaciones en el tiempo.
En las economías contemporáneas, el dinero abarca tanto la moneda física como el dinero bancario, es decir, los depósitos en cuentas que pueden transferirse electrónicamente. Además de las formas tradicionales, la digitalización ha expandido el conjunto de instrumentos que cumplen funciones monetarias: pagos instantáneos, transferencias electrónicas, tarjetas y, en muchos casos, monedas digitales emitidas por bancos centrales. Este conjunto se conoce como oferta monetaria y se mide en categorías como M0, M1 o M2, según la liquidez de cada componente. Aunque la confianza en el emisor y la seguridad de las transacciones siguen siendo fundamentales, la tecnología ha aumentado la velocidad, la conveniencia y la accesibilidad del dinero para hogares y empresas. En ese sentido, el dinero actual es una combinación de valor físico, confianza institucional y infraestructura de pagos.
El dinero no existe en un vacío; está entrelazado con el funcionamiento del sistema económico, con la banca, los pagos y las políticas públicas. La capacidad de los bancos centrales para regular la oferta monetaria influye en la inflación, las tasas de interés y la estabilidad financiera, lo que a su vez afecta la actividad productiva y el empleo. El dinero facilita la asignación de recursos a través de precios que expresan la relación entre oferta y demanda, y su abundancia o escasez puede orientar decisiones de inversión y consumo. En un sistema de competencia y cooperación entre agentes, el dinero funciona como pegamento que mantiene cohesionadas las transacciones y ratifica acuerdos a corto y largo plazo. Por ello, la seguridad, la transparencia y la eficiencia de los sistemas de pago son componentes clave para sostener la función social del dinero dentro del sistema económico.
En definitiva, el dinero es un instrumento social que facilita el intercambio, la medición de valor y la gestión temporal del poder adquisitivo. Su éxito depende de la confianza de los agentes, de un marco institucional sólido y de la capacidad de adaptar las políticas a cambios tecnológicos, demográficos y externos. A medida que se incorporan pagos digitales, monedas digitales de bancos centrales y nuevos modelos de pago, la esencia del dinero como mecanismo de coordinación económica persiste, pero su forma y alcance evolucionan. Así, el dinero continúa cumpliendo sus funciones en el sistema económico al tiempo que se adapta a las demandas de un entorno cada vez más interconectado y dinámico.
Cómo funciona el sistema del dinero: arquitectura entre bancos centrales, bancos comerciales y reguladores
El sistema del dinero se apoya en una arquitectura que coordina a distintos actores para mover fondos, facilitar pagos y asignar crédito en la economía. En el centro de ese esquema están los bancos centrales, que fijan reglas y condiciones para que el dinero circule de forma estable; los bancos comerciales, que canalizan el ahorro hacia la inversión a través de servicios financieros y crédito; y los reguladores, encargados de vigilar la solvencia, la liquidez y la seguridad del conjunto del sistema. Esta tríada no funciona aislada: sus interacciones definen la oferta monetaria, la calidad de los pagos y la estabilidad macroeconómica.
El papel de los bancos centrales es clave para la estabilidad y el funcionamiento del sistema. Emiten la moneda física y gestionan las reservas de los bancos comerciales, actúan como prestamistas de última instancia y conducen la política monetaria para influir en variables como la tasa de interés y la inflación. Sus operaciones de mercado abierto, las facilidades de liquidez y las herramientas de intervención buscan mantener la liquidez suficiente en el sistema y orientar las condiciones financieras hacia objetivos macroeconómicos. Además, administran los sistemas de pagos interbancarios para que las transacciones sean finalizadas de manera segura y rápida.
Entre el banco central y los bancos comerciales se establece la relación de reservas: las entidades financieras deben mantener fondos en el banco central como respaldo de sus operaciones, lo que ayuda a garantizar la solvencia y la confianza en el sistema. Las operaciones de emergencia y las líneas de liquidez permiten a los bancos comerciales afrontar picos de demanda de recursos o tensión en los mercados. En conjunto, estas interacciones constituyen el canal de transmisión de la política monetaria; cuando el banco central mueve la tasa o las condiciones de liquidez, los bancos comerciales ajustan el costo y la disponibilidad de crédito para emprendedores y hogares.
Una parte fundamental del funcionamiento del sistema del dinero es la creación de dinero por parte de los bancos comerciales. Al otorgar préstamos, estos bancos generan depósitos en las cuentas de los prestatarios, aumentando la oferta monetaria de forma endógena. Este proceso, conocido como creación de dinero a través del crédito, depende de la confianza en la demanda de crédito, de las reservas disponibles y de las reglas prudenciales. En sistemas de reserva fraccionaria, una fracción de los depósitos debe estar cubierta por reservas, lo que modera el crecimiento del dinero y mantiene la seguridad del sistema.
En el plano de los pagos, los bancos centrales y las infraestructuras específicas de cada país diseñan y mantienen los sistemas de pago que permiten transferencias, cobros y liquidación de obligaciones entre instituciones. Los procesos de liquidación pueden ser a través de cámaras de compensación o de sistemas de liquidación en tiempo real, donde las operaciones se finalizan para reducir el riesgo de contrapartida. La liquidez y la seguridad de estas transacciones dependen de una arquitectura clara de responsabilidades entre bancos comerciales y el banco central, que garantiza la finalización de los pagos incluso en escenarios de estrés financiero.
Los reguladores supervisan la superestructura y las prácticas de todo el sistema: exigen niveles adecuados de capital y liquidez, supervisan riesgos operativos y de crédito, y establecen normas contables y de reporte. A través de marcos como la supervisión prudencial y, en muchos sistemas, acuerdos internacionales de capital y liquidez (p. ej., Basilea), buscan evitar desequilibrios que puedan derivar en crisis. En este entorno, los reguladores también trabajan de forma macroprudencial para identificar vulnerabilidades que afecten a todo el sistema, no solo a entidades individuales.
La coordinación entre bancos centrales y reguladores es esencial para la estabilidad financiera. Cuando hay desequilibrios o shocks, el banco central puede actuar como prestamista de última instancia y proporcionar liquidez al sistema, mientras que los reguladores evalúan y ajustan normas para contener el riesgo. Esta cooperación también se extiende a la gestión de episodios de tensión en mercados; la señalización de políticas, la comunicación y la coordinación de planes de contingencia ayudan a evitar contagios y a mantener la confianza de bancos, empresas y hogares en el sistema financiero.
En la práctica, el diseño del sistema del dinero implica que el flujo de crédito, las operaciones de pago y la regulación convivan en una red de incentivos y controles. Los bancos comerciales canalizan el ahorro hacia la inversión y, a la vez, participan activamente en la gestión de riesgo y en la prestación de servicios financieros. Los bancos centrales mantienen la estabilidad de precios y la integridad de la arquitectura monetaria, asegurando que haya suficiente liquidez para la economía y que las transacciones se ejecuten con seguridad. Todo ello se sustenta en un marco regulatorio que busca equilibrio entre crecimiento, rentabilidad y prudencia.
La arquitectura entre bancos centrales, bancos comerciales y reguladores define cómo el dinero circula, cómo se crean los créditos y cómo se gestionan los pagos. Entender este triángulo ayuda a entender por qué la política monetaria puede influir en la demanda de crédito, por qué los sistemas de pago son críticos para la vida diaria de empresas y consumidores, y por qué la supervisión financiera es necesaria para evitar crisis que puedan afectar a la economía real. En conjunto, estos elementos conforman la columna vertebral operativa del sistema del dinero tal como lo conocemos.
La creación de dinero en la práctica: crédito bancario, reserva fraccionaria y circulación de fondos
En la práctica económica, la creación de dinero ocurre principalmente a través del crédito bancario y de la mecánica de la reserva fraccionaria, no solo por la emisión directa de billetes o la compra de activos por parte de las autoridades monetarias. Cada vez que un banco concede un préstamo, se crea un nuevo depósito a nombre del prestatario o de un tercero, lo que incrementa la cantidad de dinero en circulación. Este proceso de expansión de la oferta monetaria es endógeno: surge dentro del sistema financiero a partir de las decisiones de intermediar dinero entre ahorradores, prestatarios y comerciantes. La circulación de fondos se intensifica cuando esa nueva liquidez se utiliza para financiar compras, salarios, inversiones o pagos comerciales.
Para entenderlo, conviene distinguir entre dinero base y dinero amplio. El banco central emite billetes y gestiona las reservas que los bancos comerciales deben mantener para cumplir con sus obligaciones. A la vez, el dinero que realmente circula entre la población y las empresas es mayor y se suele denominar dinero en circulación o dinero amplio, que incluye depósitos y otros instrumentos líquidos. Las incidencias de la política monetaria, así como la disponibilidad de liquidez en el sistema, influyen en cuánta liquidez crediticia pueden generar los bancos a partir de esos depósitos. En este marco, la interacción entre la reserva fraccionaria y las operaciones del banco central determina el ritmo de expansión de la oferta monetaria.
El proceso de crédito funciona así: cuando una entidad financiera aprueba un préstamo, acredita la cuenta del prestatario con el monto acordado; ese depósito recién creado es dinero nuevo para la economía. El banco no entrega físicamente una cantidad de billetes para que exista ese dinero en otra persona; en su lugar, el depósito aumenta en el balance de la entidad y se utiliza para realizar pagos o transferencias. A partir de ese momento, el dinero generado por el préstamo circula, y es posible que el efectivo se retire o que el deudor haga pagos que reduzcan esa cantidad de exposición. En estos pasos, el banco debe gestionar su liquidez y su colchón de reservas para cumplir con las obligaciones de retiro de depósitos.
Reserva fraccionaria significa que los bancos deben mantener solo una fracción de los depósitos como reservas. Si el ratio de reservas es alto, la capacidad de crear dinero con cada nuevo préstamo puede ser menor; si es bajo, el potencial de expansión aumenta. En la práctica, muchos sistemas modernos operan con reservas que no limitan de forma rígida la expansión del crédito, porque pueden obtener liquidez en el mercado interbancario o del banco central. Las decisiones de política monetaria, las tasas de interés y las condiciones de liquidez influyen en cuánto crédito está dispuesto a otorgar el sector privado.
Conceptos clave: el multiplicador de reservas
Aunque popular, el multiplicador de reservas es una simplificación: no existe una proporción fija entre depósitos y creación de dinero en la realidad. En teoría, si el ratio de reservas es r, la expansión potencial del dinero podría ser aproximadamente 1/r; sin embargo, esto varía con la demanda de crédito, la liquidez disponible y la política del banco central. Por ello, el crédito puede expandirse o contraerse sin que las reservas se muevan en la misma proporción. Este marco sirve como guía para entender el mecanismo, no como una regla rígida.
Circulación de fondos describe cómo ese dinero nuevo se mueve a través de la economía: pagos entre empresas, nóminas, compras minoristas e inversiones. Cada transacción puede crear o transferir depósitos entre cuentas, generando más liquidez de forma indirecta. A su vez, cuando los prestatarios amortizan préstamos, la creación de dinero se detiene y parte de la base monetaria se reduce; el flujo de fondos se contrae si la demanda de crédito es débil o si las entidades financieras restringen el crédito. En suma, la circulación de fondos está estrechamente ligada a la demanda de crédito, a la rentabilidad del intermediario y a la confianza de los agentes económicos.
Intervención del banco central: las autoridades monetarias influyen en la creación de dinero no solamente emitiendo billetes, sino moviendo la oferta de reservas a través de operaciones de mercado abierto, tasas de interés de referencia y programas de compra de activos. Cuando el banco central inyecta reservas, los bancos tienen mayor capacidad para prestar sin tensiones de liquidez; cuando retira liquidez, los costos de endeudamiento pueden subir y la creación de dinero puede desacelerarse. Este mecanismo condiciona tanto la dinámica de crédito como la circulación de fondos en la economía. La relación entre el banco central, las entidades financieras y el entorno económico determina el ritmo al que la liquidez se transforma en crédito y consumo.
Riesgos y límites de la reserva fraccionaria emergen cuando la expansión del crédito no va acompañada de una gestión prudente de riesgos: se pueden inflar activos, generar desequilibrios de precios y aumentar la vulnerabilidad frente a shocks de liquidez. La regulación, la supervisión y las herramientas macroprudenciales buscan evitar un crecimiento excesivo de crédito que impacte la estabilidad financiera y la inflación. La interpretación adecuada de la creación de dinero en la práctica exige considerar no solo el volumen de préstamos, sino su finalidad, su calidad crediticia y su impacto en la economía real.
En este marco, entender la interacción entre crédito bancario, reserva fraccionaria y circulación de fondos ayuda a analizar la eficacia de las políticas monetarias y el comportamiento del sistema financiero. El proceso es dinámico y depende de las decisiones de los bancos, la confianza de los agentes y las condiciones macroeconómicas, así como de las herramientas empleadas por el banco central para gestionar la liquidez y la estabilidad, lo que a su vez afecta la velocidad con la que la liquidez se convierte en crédito y consumo.
Política monetaria y estabilidad: tasas, inflación y su efecto en el poder adquisitivo
La política monetaria es el conjunto de acciones y herramientas que utiliza el banco central para garantizar la estabilidad de precios y un crecimiento económico sostenible. En su núcleo está el objetivo de mantener una inflación baja y estable, o una trayectoria de inflación predecible que permita planificar salarios, precios y contratos. Cuando la inflación se desvía de la meta, la autoridad monetaria ajusta las condiciones financieras para corregirla, influenciando así el poder adquisitivo de las personas y la confianza de los agentes económicos.
Las tasas de interés son la herramienta más visible de la política monetaria. Al subir la tasa de política, el costo de pedir dinero se eleva, lo que frena el consumo y la inversión, enfría la demanda agregada y tiende a disminuir la presión inflacionaria. Al bajar la tasa, se encarece menos el crédito y se estimula gastar e invertir, impulsando el crecimiento pero con mayor riesgo de aceleración inflacionaria. Esta relación entre tasas, crédito y demanda es central para entender la estabilidad macro y el poder adquisitivo a lo largo del tiempo.
La inflación erosiona el poder adquisitivo de los hogares cuando los aumentos de precios superan los ingresos. En una economía con inflación inestable, las personas deben ajustar su presupuesto con mayor frecuencia y las decisiones de consumo se vuelven menos predecibles. La política monetaria busca amortiguar este efecto estabilizando las expectativas de precios, de modo que los salarios, contratos y precios relativos no se descolocan, preservando la capacidad de compra de la gente a lo largo de los ciclos.
El proceso de transmisión de la política monetaria describe cómo cambios en la tasas se transmiten a la economía real. Esto ocurre a través del costo del crédito, las condiciones de inversión, la demanda de bienes duraderos y la valoración de activos. También influye en el tipo de cambio y, por tanto, en los precios de importaciones. Una percepción de credibilidad aumenta la efectividad de las medidas sin necesidad de cambios bruscos en la tasa, porque las expectativas de inflación se encauzan de inmediato hacia la meta.
Las expectativas de inflación juegan un papel decisivo en la efectividad de la política monetaria. Si los agentes esperan que el banco central mantenga una meta clara y creíble, pueden incorporar esas expectativas en sus decisiones de fijación de precios y salarios, reduciendo la volatilidad. Por ello, la credibilidad del banco central es un activo estratégico: cuando falla, la inflación puede reanudar rápidamente su curso, obligando a respuestas de política más agresivas y menos predecibles.
En un marco de estabilidad de precios, el objetivo de la política monetaria se orienta a un poder adquisitivo sostenible y a un crecimiento equilibrado. Aunque puede existir un trade-off entre inflación y desempleo a corto plazo, la meta de una inflación baja reduce la incertidumbre y facilita la planificación de empresas y familias. La coordinación entre instrumentos de política, como la orientación de la tasa y la comunicación de la senda futura, es clave para anclar expectativas y evitar sobresaltos que afecten la confianza y la inversión.
El impacto sobre el poder adquisitivo no es homogéneo: los ahorradores, deudores y trabajadores pueden experimentar efectos diferentes ante un cambio de tasas. Por ejemplo, los deudores con hipotecas ajustables se benefician de tasas bajas, mientras que los ahorradores con depósitos pueden ver rendimientos reducidos. Los trabajadores con salarios que no siguen de inmediato la inflación enfrentan pérdidas temporales de compra, mientras que una inflación controlada y estable tiende a reacomodar estos efectos a lo largo del tiempo.
Finalmente, la relación entre política monetaria y estabilidad financiera se fortalece cuando se considera el contexto externo y el tipo de cambio. En economías con importantes vínculos comerciales, las fluctuaciones de la demanda global y los shocks de precios internacionales pueden exigir respuestas coordinadas para evitar desbalances de crédito y burbujas de activos. Así, la misión del banco central de mantener una trayectoria de inflación baja se integra con la vigilancia de riesgos financieros y la resiliencia del sistema en su conjunto.
Dinero en la era digital: CBDCs, fintech, criptomonedas y el futuro del sistema del dinero
En la era digital, el dinero ya no es solo una representación física; se redefine a través de tecnologías que conectan pagos, identidad y valor en tiempo real. En este cambio, las CBDCs (Monedas Digitales de Bancos Centrales), las plataformas fintech y las criptomonedas ocupan un papel central para imaginar un sistema del dinero más eficiente, inclusivo y transparente. Este movimiento no sustituye por completo la moneda física, pero sí transforma cómo se emiten, se mueven y se verifican las transacciones, desde pagos minoristas hasta transferencias transfronterizas. En términos de SEO, estos conceptos clave se entrelazan para describir tendencias, impactos y escenarios futuros.
Las CBDCs representan una forma de dinero emitido por un banco central que funciona en formato digital sin reemplazar la moneda física, sino complementándola con una infraestructura de pagos más eficiente. A nivel de diseño, pueden ser minoristas o minoristas limitados, y pueden operar en redes centralizadas o semi-descentralizadas, manteniendo la soberanía monetaria. En términos de políticas públicas, las CBDCs tienen el potencial de mejorar la trazabilidad de las transacciones y reducir costos de intermediación, facilitando pagos inmediatos y seguros para hogares y empresas. Sin embargo, también plantean retos en privacidad, resiliencia ante fallos y ciberseguridad, así como consideraciones sobre estabilidad financiera y supervisión regulatoria.
En paralelo, el ecosistema fintech acelera la digitalización de servicios financieros mediante billeteras digitales, pagos por móvil, servicios de asesoría algorítmica, y plataformas de banca open banking. Estas soluciones permiten una mayor inclusión financiera al proporcionar acceso sin necesidad de sucursales físicas, al tiempo que fomentan la competencia y la personalización de productos. El papel de la fintech es también el de habilitar ecosistemas de pagos compatibles con CBDCs y criptomonedas, conectando usuarios, comercios y proveedores de liquidez a través de APIs, plataformas de mensajería y experiencias omnicanal. En síntesis, la fintech actúa como motor de eficiencia, velocidad y personalización en la cadena de valor monetaria.
Por otro lado, las criptomonedas introducen una dimensión descentralizada basada en tecnología de cadenas de bloques, contratos inteligentes y, en muchos casos, mecanismos de oferta y demanda independientes de bancos centrales. Aunque su adopción masiva requiere superar desafíos de volatilidad y escalabilidad, las criptomonedas han ampliado el abanico de casos de uso, desde remesas y micro-pagos hasta activos digitales con propiedades de reserva de valor y automatización de acuerdos mediante DeFi y smart contracts. Este fenómeno complementa el sistema monetario al ofrecer opciones de transferencia de valor sin intermediarios tradicionales, abriendo debates sobre estabilidad, protección del consumidor y gobernanza de redes.
Interoperabilidad y adopción
La convivencia de CBDCs, fintech y criptomonedas exige un ecosistema interoperable en el que diferentes redes de pagos se comuniquen de forma eficiente. En un diseño ideal, los CBDCs pueden integrarse con billeteras fintech y plataformas de intercambio de criptomonedas para permitir pagos instantáneos, transparencia de costos y reconciliación en tiempo real. Los usuarios se beneficiarían de una experiencia unificada, con límites de transacciones, controles de cumplimiento y protecciones al consumidor que funcionen de manera coherente entre diferentes actores. La interoperabilidad también facilita pagos transfronterizos más rápidos y menos costosos, reduciendo la dependencia de redes de correspondent banking y cambios de divisas tradicionales. Para las instituciones, implica estándares abiertos, gobernanza compartida y seguridad a escala.
En cuanto a la regulación, la evolución del dinero digital exige marcos que cubran AML/KYC, protección de datos y supervisión prudencial sin sofocar la innovación. Las políticas públicas deben equilibrar la privacidad con la trazabilidad necesaria para prevenir fraude y lavado de dinero, al tiempo que se garantizan derechos de los usuarios y la resiliencia de infraestructuras críticas. Los CBDCs y las plataformas fintech pueden requerir pruebas de seguridad, auditorías y mecanismos de gobernanza para asegurar la integridad del sistema del dinero. Las criptomonedas plantean retos normativos únicos, incluyendo la clasificación de activos, la regulación de exchanges y la supervisión de proyectos descentralizados.
Mirando al futuro del sistema del dinero, es probable que veamos una arquitectura híbrida en la que las autoridades monetarias, las plataformas privadas y las comunidades de usuarios coexistan con roles claros. Los CBDCs podrían coexistir con efectivo y soluciones fintech que faciliten la inclusión financiera y la innovación en pagos, sin perder control de la estabilidad macroeconómica. Las tecnologías subyacentes, como la verificación eficiente de transacciones y la identidad digital confiable, pueden reforzar la seguridad y la experiencia del usuario, al tiempo que se exploran soluciones para la privacidad y la resiliencia ante interrupciones. En este escenario, la cooperación entre sectores será clave para diseñar normas de interoperabilidad y gobernanza que reduzcan costos y aumenten la confianza.
Para que este nuevo paisaje monetario funcione, la infraestructura digital debe ser robusta, segura y accesible. La arquitectura de pagos, las redes de instant payments y los sistemas de custodia deben soportar picos de demanda, garantizar disponibilidad y proteger contra ataques cibernéticos. El desarrollo de identidades digitales, credenciales verificables y soluciones de seguridad multifactor incrementa la confianza de usuarios y comercios. En el entorno de criptomonedas, la liquidez y las capas de intercambio deben evolucionar para disminuir la fricción entre distintas monedas y activos digitales. La resiliencia también implica considerar escenarios offline y recuperación ante desastres para no interrumpir las transacciones en momentos críticos.